Buscar este blog

lunes, 24 de marzo de 2025

Marlene y Josué

El Intercambio

Marlene, una mujer de 27 años con unas curvas voluptuosas, nunca imaginó que un extraño ritual que encontró en un libro antiguo cambiaría su vida para siempre. Una noche, en un impulso de curiosidad, lo intentó con su hermano menor, Josué, de 18 años, un chico tímido y reservado. Para su sorpresa, al despertar al día siguiente, Marlene se miró al espejo y vio el rostro joven de Josué reflejado, mientras él, atrapado en el cuerpo de su hermana, apenas podía procesar lo que sentía.

Marlene, eufórica por la sensación de juventud y libertad en el cuerpo de su hermano, decidió aprovechar la situación. "Esto es increíble", pensó, mientras Josué, aún en shock dentro del cuerpo de Marlene, intentaba adaptarse a su nueva realidad. Esa tarde, Marlene (en el cuerpo de Josué) dejó a su hermano con Diego, el novio de Marlene, en el departamento que compartían. "Solo platica con él, no hagas nada raro", le dijo con una sonrisa traviesa antes de salir a explorar el mundo desde su nueva perspectiva.

Diego, un hombre atractivo de 30 años, no sospechaba nada. Para él, la mujer frente a él era su Marlene, con su piel blanca, su cabello rubio recogido y ese vestido blanco que resaltaba sus curvas. Josué, atrapado en el cuerpo de Marlene, se sentía nervioso, pero algo en la situación comenzaba a intrigarlo.

"¿Qué tal tu día, amor?" preguntó Diego, sentándose a su lado en el sofá, su voz cálida y familiar. Josué, inseguro, intentó imitar la naturalidad de su hermana. "Bien... ¿y el tuyo?" respondió, recargándose en el sillón, sintiendo cómo el cuerpo de Marlene se movía de una manera que nunca había experimentado.


La conversación fluyó, y poco a poco, Josué comenzó a relajarse. Había algo hipnotizante en la forma en que Diego lo miraba, en cómo sus ojos se detenían en el escote del vestido. Sin darse cuenta, un instinto nuevo comenzó a despertar en él.

"¿Sabes? Hoy te ves... diferente", dijo Diego, inclinándose hacia ella. Josué, atrapado en el juego, tomó un mechón de cabello entre sus dedos y, con una mezcla de nervios y curiosidad, rozó la pierna de Diego con un dedo. "¿Diferente cómo?" preguntó, su voz más suave de lo que pretendía.



Diego sonrió, acercándose más. "Más atrevida, quizás." El corazón de Josué latía con fuerza, pero no era solo miedo: era un deseo que nunca había sentido antes.

Sin pensarlo demasiado, Josué se acomodó el cabello y se levantó, solo para inclinarse sobre Diego, apoyándose en sus piernas. El escote del vestido blanco dejaba ver los grandes pechos del cuerpo de Marlene, y Diego no pudo evitar recorrerla con la mirada. "¿Qué estás haciendo, Marlene?" susurró, su respiración más pesada.



"Explorando", respondió Josué con una sonrisa tímida, sorprendido por lo natural que le salía coquetear en este cuerpo.

La tensión sexual en el aire era palpable. Josué, llevado por una mezcla de curiosidad y calor, comenzó a deslizar el vestido blanco por sus hombros con movimientos lentos, casi como un baile. Diego lo observaba, hipnotizado, mientras el conjunto azul de encaje quedaba a la vista. "¿Te gusta lo que ves?" preguntó Josué, dejando que el cuerpo de Marlene hablara por él.

"Más de lo que imaginas", respondió Diego, su voz ronca de deseo.


Josué giró lentamente, dejando caer el vestido al suelo. Al empinarse un poco, sintió cómo las caderas de Marlene se acentuaban, mostrando sus curvas generosas. Diego dejó escapar un suspiro audible, sus ojos fijos en ella. Con un movimiento juguetón, Josué tomó el vestido y lo lanzó a un lado, girándose de nuevo para enfrentar a Diego con una mirada que mezclaba nervios y audacia. "¿Y ahora qué?" preguntó, sorprendido por la seguridad que el cuerpo de Marlene le estaba dando.

"Ven aquí", dijo Diego, extendiendo una mano, su tono casi suplicante.


[Gif 6: la mujer con una cara coqueta se sienta en el hombre para quedar frente a frente mientras la mujer comienza a tocar la entrepierna del hombre.]

Josué se acercó y, con una sonrisa coqueta que no sabía que podía hacer, se sentó sobre Diego, quedando frente a él. Sus manos temblaron un instante antes de posarse en la entrepierna de Diego, explorando con curiosidad. El calor que sintió lo sorprendió, y un jadeo escapó de sus labios. Diego lo miró a los ojos, confundido por un segundo ante esa reacción tan fresca, pero el deseo lo cegó. "Me estás volviendo loco", murmuró, acercando sus labios al cuello de quien creía que era Marlene.


[Gif 7: la mujer se quita el brasier dejando ver sus enormes senos y el hombre comienza a juguetear con un dedo en su abdomen.]

Sin detenerse a pensar, Josué desabrochó y deslizó las tiras del brasier por sus hombros, dejándolo caer. La sensación del aire contra la piel desnuda de los senos lo hizo estremecerse, y cuando Diego comenzó a trazar círculos suaves con un dedo en su abdomen, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo. "Esto... esto es demasiado", susurró, más para sí mismo que para Diego, quien lo tomó como una invitación.

"¿Demasiado? Apenas estamos empezando", respondió Diego con una sonrisa traviesa, sus manos subiendo lentamente.


[Gif 8: después de que el hombre claramente agarró y masajeó los senos de la mujer, esta se levanta, le da la mano al hombre que se levanta del sofá y lo sigue hasta el cuarto.]

Las manos de Diego exploraron con firmeza, masajeando los senos de Marlene mientras Josué luchaba por procesar el placer abrumador que sentía. Incapaz de resistir más la intensidad, se puso de pie y, con un gesto instintivo, tomó la mano de Diego. "Vamos al cuarto", dijo, su voz temblorosa pero decidida. Diego se levantó del sofá sin dudarlo, siguiéndola con una mezcla de sorpresa y anticipación.


En la habitación, Diego se recostó en la cama, observando cómo Josué, aún en el cuerpo de Marlene, se arrodillaba frente a él. Con dedos torpes pero curiosos, desabrochó el pantalón de Diego, Josué, sintiendo una oleada de calor en su vagina al ver el pene erecto de Diego Tomo con su delicada mano el pene, y luego, como si le diera pena lo que hacía la apartó, Josué no estaba seguro pero, decidió seguir y con un movimiento rápido, le quitó el pantalón por completo. Diego lo miró con intensidad. "¿Qué tienes en mente, amor?" preguntó, su voz cargada de deseo.

"Quiero... Chuparlo todo", respondió Josué, sorprendido por su propia honestidad.


[Gif 10: la mujer se lame los labios y comienza a masajear con su mano izquierda el pene al mismo tiempo que su boca comienza a chuparlo.]

Josué se lamió los labios, imitando algo que había visto alguna vez en un vídeo porno, y comenzó a masajear a Diego con la mano izquierda. Luego, llevado por un impulso que no entendía del todo, acercó su boca y comenzó a chuparlo con una mezcla de timidez y fascinación. Diego gimió, su mano acariciando el cabello rubio de Marlene. "Dios, Marlene, eres increíble", dijo entre jadeos, mientras Josué descubría lo adictivo que podía ser provocar esas reacciones.


[Gif 11: la mujer se levanta y se recuesta en la orilla de la cama abriendo sus piernas mientras su mano está estimulando su clítoris.]

Sintiéndose más valiente, Josué se levantó y se recostó en la orilla de la cama, abriendo las piernas con una vulnerabilidad que lo sorprendió. Su mano bajó instintivamente a su vagina y está comenzó a masajear su clítoris, sabia que eso haría lubricar más su vagina y aparte le daría mucho placer, todo lo hacía mientras miraba a Diego con ojos brillantes. "Ven", susurró, y Diego no necesitó más invitación.


[Gif 12: la mujer toma el pene del hombre y lo guía hasta su vagina para que este comience a introducirlo poco a poco.]

Josué tomó el pene de Diego con una mano temblorosa, guiándolo lentamente hacia ella. La sensación de ser penetrado poco a poco lo dejó sin aliento, un gemido escapando de sus labios mientras el cuerpo de Marlene respondía con una intensidad que nunca había imaginado. "¿Te gusta?" preguntó Diego, su voz baja y cargada de placer.

"Sí... mucho", jadeó Josué, perdiéndose en la experiencia.


[Gif 13: el hombre se recuesta en la cama y la mujer se sube en él, esta tomando el pene con su mano mientras la mujer se sienta lentamente en el pene del hombre, la mujer pone cara de excitación cuando es penetrada lentamente.]

Diego decidió cambiar de posición y se recostó, Josué, ahora más seguro, se subió sobre él. Tomó el pene con la mano y se sentó lentamente, su rostro contorsionándose de excitación mientras sentía cada centímetro. "Esto es... increíble", murmuró, sus movimientos comenzando a encontrar un ritmo.


Josué empezó a mover las caderas, sus dedos comenzaron a estimular nuevamente su clítoris buscando más placer mientras gemía sin control. Diego, debajo de él, lo miraba con adoración, sus manos aferrándose a sus caderas. "No pares", suplicó Diego, claramente perdido en el momento.


El clímax llegó como una ola, Diego llenándola de semen mientras ambos temblaban de placer. Josué se apartó, jadeando, observando cómo Diego esparcía el resto de semen en su abdomen. La sensación de satisfacción era abrumadora, algo que Josué nunca olvidaría.


Finalmente, Josué se recostó boca abajo junto a Diego, su rostro reflejando una mezcla de éxtasis y asombro. Le dio un pequeño beso en el abdomen, sonriendo tímidamente. "¿Qué te pasó hoy?" preguntó Diego, riendo suavemente mientras acariciaba su espalda.

Josué, aún en el cuerpo de Marlene, solo sonrió más. "Digamos que estoy descubriendo cosas nuevas", respondió, sabiendo que este intercambio había cambiado todo para él.



martes, 18 de marzo de 2025

El Cambio de Erica

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.

"El placer de sustituirla"

"El placer de sustituirla"

Santi estaba al límite con Meli. La relación se había vuelto insoportable, y esa tarde, mientras se preparaban para una boda, se dejó caer en el sofá con un suspiro agotado. Miró a Roger, su mejor amigo, que estaba recostado en el sillón cercano mientras esperaba.

—Oye, Roger, ¿y si intercambias cuerpos con Meli por esta noche? —dijo Santi, con una mezcla de cansancio y sarcasmo—. No la aguanto más. Tú podrías ir a la boda en su lugar, con su vestido y todo. Sería un alivio.

Roger se rió, incrédulo. —¿Intercambiar cuerpos? ¿Y cómo se supone que hacemos eso?

—No sé, encuentra una manera —respondió Santi, encogiéndose de hombros—. Pero si pudieras ser ella por unas horas, te lo agradecería eternamente.

Meli entró en la sala justo en ese momento, con pasos firmes. Era una mujer esbelta, de tez blanca, con cabello oscuro largo que caía sobre sus hombros. Llevaba un vestido negro escotado y ajustado que resaltaba sus senos grandes y su cintura pequeña. Roger, aún en el sillón, no notó su llegada de inmediato.


—¿Así que quieres que Roger sea yo? —preguntó Carla, cruzándose de brazos—. ¿Y qué gano yo con eso, Santi?

—Un descanso de mí, supongo —respondió él con una sonrisa torcida—. Haz lo que quieras, pero no me arruines la noche.

Meli miró a Roger con una chispa traviesa en los ojos. —Está bien, lo haremos.

Sin dar tiempo a preguntas, Meli cerró los ojos y murmuró unas palabras extrañas. En un instante, una corriente recorrió la sala, Roger y Meli intercambiaron cuerpos. Roger, ahora en el cuerpo de Meli, se miró las manos, el vestido, y luego bajó la vista al escote, completamente atónito.

—¡¿Qué carajo?! — exclamó Roger con la voz aguda de Carla, tocándose el cabello largo.

Meli, en el cuerpo de Roger, soltó una carcajada grave. —Te ves bien con mi cuerpo. Creo que me voy a divertir con esto. Me largo, chicos, nos vemos en la boda.

Antes de que alguien pudiera detenerla, Meli, agarró las llaves y salió por la puerta, dejando a Santi y a Roger solos en la sala.

Roger se acercó a Santi, tambaleándose un poco por los tacones. Con una mezcla de curiosidad y audacia, deslizó la parte superior del vestido hacia abajo, dejando al descubierto los senos grandes que ahora eran suyos. Los miró fascinado y después volteo a ver a Santi con una sonrisa y dijo "las tetas de Meli son increíbles amigo".


—Esto es… raro, pero increíble —dijo Santi.

Santi, había estado observando todo con una mezcla de sorpresa y diversión, se acercó lentamente. —Bueno, si vas a ser ella por esta noche, dejemos que valga la pena.

Con un movimiento rápido, Santi le quitó el vestido por completo a Lucas, dejándolo en la lencería negra que Meli había escogido para esa noche. Sin dudarlo, se inclinó y comenzó a chupar los senos que ahora pertenecían a su amigo, arrancándole un gemido agudo de placer.


—¡Oh, mierda, esto es… demasiado bueno! —jadeó Roger, cerrando los ojos.

Santi sonrió mientras chupaba el pezón. —Te dije que sería un alivio.

Roger, con la cara encendida de excitación, se arrodilló frente a Santi y le bajó los pantalones. Tomó el miembro erecto y lo envolvió entre las tetas que ahora eran suyas. Santi gimió, perdido en la sensación.


—Nunca pensé… que te vería así, amigo —dijo Santi entre jadeos.

—Cállate y disfruta —respondió Roger, riendo con la voz de Meli.

Luego, Roger se sentó en el sillón, y Santi apartó la tanga de la lencería que llevaba puesta. Se arrodilló entre sus piernas y comenzó a lamer su vagina, mientras Roger, abrumado por el placer, se agarraba los senos y los masajeaba.


—¡Sigue… no pares! —suplicó Roger, su voz temblando.

Santi se levantó, se desvistió por completo y terminó de quitarle la tanga a Roger. La tensión entre ellos era palpable.


Luego, levantó a Roger y lo montó sobre su regazo, penetrándolo con fuerza. Roger gritó de placer, sosteniendose de las muñecas de Santi mientras se movían juntos.



—No imaginé que esto… fuera tan intenso —dijo Roger entre gemidos.

—Ni yo —respondió Santi, riendo entre jadeos.

Roger se giró, poniéndose en cuatro, y Santi lo tomó desde atrás, embistiéndolo con un ritmo feroz. El placer los consumía, y la sala se llenó de sus respiraciones agitadas.



 Finalmente, Roger se arrodilló frente a él, mirándolo con una sonrisa traviesa en su rostro femenino.

—Termina donde quieras —dijo, guiando las manos de Santi hacia sus senos. Santi dejó que su semen la cubriera, y Roger sonrió, satisfecho, mientras el semen resbalaba por su piel.



Exhaustos, se miraron y rompieron en risas. Santi se dejó caer en el sofá, aún recuperando el aliento. —Bueno, Roger, creo que hiciste un gran trabajo siendo Meli. Vamos, arréglate, que llegamos tarde a la boda.

Roger, todavía en el cuerpo de Meli, se ajustó el vestido con una sonrisa. Minutos después, los dos salieron hacia la boda, con una complicidad renovada y una experiencia que ninguno olvidaría.

sábado, 15 de marzo de 2025

Nunca olvidaré ese viernes por la tarde cuando mi mejor amigo, Lucas, me llamó con una voz que temblaba de emoción. "Hermano, tienes que venir a casa de mi tía ahora mismo. No te lo vas a creer." No dio más detalles, pero algo en su tono me hizo dejar todo y correr hacia allá. Cuando llegué, toqué la puerta y al entre abrirse lo primero que vi fue a su tía, Carla. Pero no era la Carla que conocía. Llevaba unos jeans ajustados que marcaban cada curva de sus caderas, una blusa negra de manga larga que dejaba entrever la silueta de su figura y que por más que no tuviera un escote sus pechos enormes resaltaban, y su cabello castaño estaba recogido en una trenza que caía con gracia sobre su hombro. Me saludó con una sonrisa traviesa que no le había visto nunca.

—"Qué bueno que llegaste, Erick," dijo con una voz que sonaba... diferente, más juguetona. Me quedé helado. Esa no era la tía Carla de siempre, la mujer seria y reservada que apenas me miraba cuando visitaba a Lucas. Algo estaba pasando.

Ella camino hacia la sala de estar, sus pasos resonando en el piso de madera, y me hizo un gesto para que la siguiera hasta el salón. La seguí, hipnotizado por el balanceo de sus caderas. Cuando llegamos, se giró hacia mí y, sin mediar palabra, empezó a desabrocharse los jeans. Mis ojos se abrieron como platos.



— "¿Qué te parece esto, eh?" —dijo con una risita mientras bajaba lentamente el pantalón, revelando unas bragas rojas tipo cachetero que abrazaban su trasero de una forma que casi me hace perder el aliento. La tela estaba ligeramente húmeda, y el aire se llenó de una tensión que podía cortarse con cuchillo.

— "Carla... ¿qué estás haciendo?" —balbuceé, mi corazón latiendo tan fuerte que apenas podía pensar.



— "Shh, solo mira," —respondió ella, dejando caer los jeans hasta la mitad de sus piernas. Se irguió frente a mí, con las manos entrelazadas delante de su cuerpo, su rostro sonrojado y una expresión que mezclaba timidez y deseo. Su trasero era una obra de arte, redondeado y firme, resaltado por esa lencería que parecía gritar provocación. No podía apartar la mirada.

Entonces, algo hizo clic en mi cabeza. Esa manera de hablar, esa risa... No era Carla. Era Lucas. De alguna forma, mi mejor amigo estaba dentro del cuerpo de su tía, y ahora estaba aquí, frente a mí, jugando conmigo de una manera que nunca imaginé.



— "¿Lucas? ¿Eres tú?" —pregunté, mi voz temblando entre incredulidad y excitación.

Ella —o él— soltó una carcajada suave. — "Claro que soy yo, idiota. ¿Qué te parece mi nuevo look? Decidí probar algo diferente hoy."

Antes de que pudiera procesarlo, se acercó más, su cuerpo a centímetros del mío. — "¿Sabes? Este cuerpo se siente increíble. Y quiero que lo disfrutes conmigo." No esperó mi respuesta. Se dio la vuelta, apoyándose en el sofá, y con un movimiento rápido apartó la tela de su pantie a un lado, mirándome por encima del hombro con esos ojos que ahora eran de Carla, pero con la chispa de Lucas.

— "Vamos, Erick, no me hagas esperar," —susurró.

No sé qué me poseyó, pero mis manos encontraron sus caderas, y pronto estaba detrás de ella, perdido en la mezcla de lo prohibido y lo irresistible. La blusa no podía detener el rebotar de sus pechos por cada embestida que le daba, el calor de su piel contra la mía, el roce de la lencería roja contra mis dedos. Sus gemidos eran suaves, casi como si estuviera descubriendo cada sensación por primera vez, y eso solo me encendía más.


Después de un rato, exhaustos, nos desplomamos en el sofá. Pensé que todo había terminado, pero a la mañana siguiente desperté con una sensación cálida y pesada sobre mí. Abrí los ojos y ahí estaba ella —o él—, montada sobre mí, con esa misma sonrisa traviesa y sus manos descansaban en mi pecho.

— "¿Qué tal un segundo round, amigo?" —dijo, inclinándose hacia mí, su trenza rozando mi cara. — "Este cuerpo tiene mucha energía para gastar."

Y así, supe que ese día no sería el final, sino apenas el comienzo.