Nunca olvidaré ese viernes por la tarde cuando mi mejor amigo, Lucas, me llamó con una voz que temblaba de emoción. "Hermano, tienes que venir a casa de mi tía ahora mismo. No te lo vas a creer." No dio más detalles, pero algo en su tono me hizo dejar todo y correr hacia allá. Cuando llegué, toqué la puerta y al entre abrirse lo primero que vi fue a su tía, Carla. Pero no era la Carla que conocía. Llevaba unos jeans ajustados que marcaban cada curva de sus caderas, una blusa negra de manga larga que dejaba entrever la silueta de su figura y que por más que no tuviera un escote sus pechos enormes resaltaban, y su cabello castaño estaba recogido en una trenza que caía con gracia sobre su hombro. Me saludó con una sonrisa traviesa que no le había visto nunca.
—"Qué bueno que llegaste, Erick," dijo con una voz que sonaba... diferente, más juguetona. Me quedé helado. Esa no era la tía Carla de siempre, la mujer seria y reservada que apenas me miraba cuando visitaba a Lucas. Algo estaba pasando.
Ella camino hacia la sala de estar, sus pasos resonando en el piso de madera, y me hizo un gesto para que la siguiera hasta el salón. La seguí, hipnotizado por el balanceo de sus caderas. Cuando llegamos, se giró hacia mí y, sin mediar palabra, empezó a desabrocharse los jeans. Mis ojos se abrieron como platos.
— "¿Qué te parece esto, eh?" —dijo con una risita mientras bajaba lentamente el pantalón, revelando unas bragas rojas tipo cachetero que abrazaban su trasero de una forma que casi me hace perder el aliento. La tela estaba ligeramente húmeda, y el aire se llenó de una tensión que podía cortarse con cuchillo.
— "Carla... ¿qué estás haciendo?" —balbuceé, mi corazón latiendo tan fuerte que apenas podía pensar.
— "Shh, solo mira," —respondió ella, dejando caer los jeans hasta la mitad de sus piernas. Se irguió frente a mí, con las manos entrelazadas delante de su cuerpo, su rostro sonrojado y una expresión que mezclaba timidez y deseo. Su trasero era una obra de arte, redondeado y firme, resaltado por esa lencería que parecía gritar provocación. No podía apartar la mirada.
Entonces, algo hizo clic en mi cabeza. Esa manera de hablar, esa risa... No era Carla. Era Lucas. De alguna forma, mi mejor amigo estaba dentro del cuerpo de su tía, y ahora estaba aquí, frente a mí, jugando conmigo de una manera que nunca imaginé.
— "¿Lucas? ¿Eres tú?" —pregunté, mi voz temblando entre incredulidad y excitación.
Ella —o él— soltó una carcajada suave. — "Claro que soy yo, idiota. ¿Qué te parece mi nuevo look? Decidí probar algo diferente hoy."
Antes de que pudiera procesarlo, se acercó más, su cuerpo a centímetros del mío. — "¿Sabes? Este cuerpo se siente increíble. Y quiero que lo disfrutes conmigo." No esperó mi respuesta. Se dio la vuelta, apoyándose en el sofá, y con un movimiento rápido apartó la tela de su pantie a un lado, mirándome por encima del hombro con esos ojos que ahora eran de Carla, pero con la chispa de Lucas.
— "Vamos, Erick, no me hagas esperar," —susurró.
No sé qué me poseyó, pero mis manos encontraron sus caderas, y pronto estaba detrás de ella, perdido en la mezcla de lo prohibido y lo irresistible. La blusa no podía detener el rebotar de sus pechos por cada embestida que le daba, el calor de su piel contra la mía, el roce de la lencería roja contra mis dedos. Sus gemidos eran suaves, casi como si estuviera descubriendo cada sensación por primera vez, y eso solo me encendía más.
Después de un rato, exhaustos, nos desplomamos en el sofá. Pensé que todo había terminado, pero a la mañana siguiente desperté con una sensación cálida y pesada sobre mí. Abrí los ojos y ahí estaba ella —o él—, montada sobre mí, con esa misma sonrisa traviesa y sus manos descansaban en mi pecho.
— "¿Qué tal un segundo round, amigo?" —dijo, inclinándose hacia mí, su trenza rozando mi cara. — "Este cuerpo tiene mucha energía para gastar."
Y así, supe que ese día no sería el final, sino apenas el comienzo.
Me encanta!!! Amo las historias con milfs
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